Vivimos en una época caracterizada por un sentimiento de falta de sentido. En esta nuestra época la educación ha de poner el máximo empeño no sólo en proporcionar ciencia, sino también en afinar la conciencia, de modo que el hombre sea lo bastante perspicaz para interpretar la exigencia inherente a cada una de sus situaciones particulares. En una era en que los diez mandamientos parecen estar perdiendo su validez para muchos, debe el hombre ponerse en condiciones de percibir los 10.000 mandamientos que se desprenden de las 10.000 situaciones con las que se ve confrontado en su vida. No solamente le parecerá así que su vida vuelve a tener sentido, sino que él mismo estará inmunizado contra todo conformismo y totalitarismo; porque sólo una conciencia despierta y vigilante puede hacerle resistente, de tal modo que ni se abandone al conformismo ni se doblegue al totalitarismo.
Así pues, hoy más que nunca la educación es educación a la responsabilidad. Vivimos en una sociedad de abundancia, pero esta abundancia no lo es sólo de bienes materiales, es también una abundancia de información, una explosión informativa. Cada vez más se amontonan más libros y revistas sobre nuestras mesas de trabajo. Nos acosan estímulos e incentivos de todas clases, y no sólo sexuales. Si el hombre en medio de todo este torbellino de estímulos quiere sobrevivir y resistir a los medios de comunicación de masas, debe saber qué es o no lo importante, qué es o no lo fundamental; en una palabra, que es lo que tiene sentido y qué es lo que no lo tiene.
Texto tomado del libro: "La presencia ignorada de Dios". Autor: Viktor Frankl
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