miércoles, 22 de abril de 2015

Silencio como alimento de vida (parte II)


LA LOGOTERAPIA DE VIKTOR FRANKL Y EL SILENCIO



Víctor Frankl, el psicólogo que pasó 3 años en los campos de concentración, nos dice que “el hombre de hoy necesita inventar nuevos tipos de actividades”. Para poder re-encontrar el significado de su propia vida, cada humano debe tener sus momentos diarios de “desierto”. Necesita de un pedazo de desierto en cuál refugiarse para encontrar a sí mismo. Necesita detenerse un poco para reflexionar sobre sí mismo.
De los valores que son vías al sentido a la vida, Frankl distingue tres.:
Los valores de la creación. Es la capacidad de trabajar y de producir. Consisten en lo que el hombre da al mundo, ejerciendo su capacidad creativa. Quien, con su trabajo no da nada al mundo y no expresa su singularidad y su irrepetibilidad se manifestará siempre insatisfecho y puede perder el sentido de la vida y caer en el vacío existencial.
Los valores de la experiencia. Es la capacidad de saborear. Consisten en lo que la persona recibe del mundo, de fuera de sí, en término de experiencias de encuentros con la naturaleza (contemplación, arte, cultura…) o con otras personas (amor) Esto implica la educación al silencio, a la soledad, y a la capacidad de establecer relaciones claras consigo mismo.
Los valores de actitud. Cuando la realización de los valores de la creación o de la vivencia es imposible por situaciones de la vida – un destino ineludible e inevitable, experiencias trágicas -, se puede dar siempre un sentido a la vida, asumiendo una actitud frente a esa situación. No le toca a la situación, sino al hombre dar un sentido a cada experiencia. La vida nos propone siempre una última oportunidad El hombre debe saber asumir una actitud justa frente al dolor ineludible.
Me parece que los dos últimos tipos de valores de la logoterapia aluden al silencio como espacio de experiencia y de actitud.
EL SILENCIO COMO INTIMIDAD CON UNO MISMO Y COMO CURACIÓN
El silencio está al centro de la vida humana. Es una realidad muy humana y bienhechora. Es “un clima para reconstruir lo interior y lo exterior” . Es un regreso a nosotros mismos. Sólo en el silencio, la persona se halla, se encuentra, y se revela a sí misma. El silencio ayuda a que el hombre se recobre a sí mismo, y a que no se enajene. Representa así, una ventaja sobre la deshumanización en la que habitualmente se encuentra el hombre de nuestra sociedad.
El silencio es también como un nacimiento, porque en él, algo se gesta y se madura. Cuando una situación dolorosa nos visita en el silencio es buena señal. Es señal de nuestra apertura y de nuestra disponibilidad para recibirla, y es importante que cuando venga nos encuentre en casa. Sólo así podremos ir al encuentro profundo con nosotros mismos y con el otro, en el amor. De esta manera, durante las horas de silencio eliminamos las toxinas que intoxican nuestra vida y recuperamos la salud.
Lo contrario del silencio es la evasión. Quien no puede tener silencio se ha jubilado como persona y comienza automáticamente a ser una cosa. Por tanto, “el silencio es imprescindible si la persona quiere crecer y si quiere ahondar en su relación con todo” . Y es que “el silencio nos permite tener acceso a la fuente de todo lo humano; el silencio construye la persona, abriéndole el camino hacia ella misma” . En consecuencia, el silencio favorece también la creatividad, porque nace de un progresivo encuentro de uno consigo mismo.
TIPOS DE SILENCIO
Existen varios tipos de silencio:
1. Silencio Ambiental: Si el ambiente es todo lo que nos rodea (cosas, objetos, personas, estímulos sensoriales: ruidos, voces, olores…) y la atmósfera (ambiente de paz, confuso, agitado…), en el primer silencio se trata de dominar el ambiente, retirarse de él, para facilitar el fortalecimiento interior. A este nivel, el silencio se confunde con la soledad y el aislamiento.
En la tradición cristiana, el silencio ambiental se llama “retiro”, en su sentido de un “alejarse”, “tomar distancia de la cotidianidad”, “hacer un alto en la vida”, “emprender una introspección que nos coloca frente a nuestro Yo, “un descanso”, “un fomento de la espiritualidad”. El retiro es una necesidad-obligación, para mejor vida. Se llama también “ejercicios”, en su sentido de “dedicación”, “esfuerzo”, “tarea – lucha”, para mantenerse bien, sano, en buena condición. Es un tipo de gimnasio del alma, para desarrollar los músculos espirituales. Es el remedio contra la anorexia espiritual que es la “falta de apetito que lleva a enflacar tanto hasta morir”.
En el lenguaje bíblico, se llama “desierto”, un lugar de la confrontación y de lucha, donde el hombre encuentra a su Dios, como el río encuentra a su manantial, para que le diga su nombre verdadero, su misión en la existencia. El desierto es una ubicación necesaria para emprender la peregrinación hacia la Felicidad – Libertad – Tierra Prometida.
Sin embargo, siendo importante, la soledad es ambigua. Puede ser a la vez, para evadir o para buscar la comunicación. Lo que ayuda a deshacer esta ambigüedad es la asunción de los otros silencios.
2. Silencio Corporal. Se trata de la relajación muscular y del aquietamiento del sistema nervioso. El segundo silencio se produce en los nervios y en los músculos que son el componente principal de nuestro cuerpo. Es importante en la salud y en el progreso espiritual. La respiración y la relajación son las puestas de la vida interior. La relajación, prolongación y profundización de la desconexión del ambiente, es importante para el recogimiento y para el despertar.
3. Silencio Afectivo. Es la pacificación progresiva de la persona, la liberación de la ansiedad, el sentimiento de plenitud y bienestar interior, y de profunda armonía interior. El silencio afectivo es la paz, armonía, pacificación, serenidad, integración, orden interior, equilibrio, curación… Ellos no son ausencia de la afectividad, son la afectividad cuando se ha silenciado. “Es aquella paz que no se entiende”.
4. Silencio Mental es:
- El arte de cultivar el pensamiento positivo, destruyendo el negativo. Dice Swami Sivananda: “la cara es el espejo del alma. Cada pensamiento produce una señal profunda en la cara. Un pensamiento divino la ilumina, un pensamiento malo la oscurece” . Los pensamientos negativos (de ansiedad, miedo…) envenenan la vida, envenenando su fuente, la mente; son fuerzas espantosas que destruyen las energías vitales en su misma raíz. Pero, los pensamientos positivos (alegría, gozo, contento, optimismo, valor, sonrisa…) aumentan inmediatamente la capacidad de multiplicar indefinidamente los poderes de la mente. El cuerpo está sano si la mente está sana. El pensamiento es creativo. El positivo crea, construye el mundo. El negativo destruye y tiene capacidad autodestructiva. El pensamiento es un boomerang: un pensamiento negativo es maldito. Daña al que lo ha enviado. Daña después a la persona a la que se dirige. Finalmente daña a la humanidad entera. Si quieres mejorarte, cultiva pensamientos puros, divinos. Por medio de pensamientos positivos de paz, amor, y bondad, puedes vencer todos los obstáculos: el miedo, el odio y la maldad.
- El observar sin pensar, observando como un espectador silencioso cuanto va ocurriendo a fuera y dentro de uno. Se trata de ser perceptivo, sin juzgar ni comprometerse.
CONCLUSIÓN
El corazón conoce lo que la lengua nunca podrá proferir, y lo que los oídos jamás podrán escuchar (Gibran) Hoy en día, se pretende acabar con el silencio, hacerlo desaparecer. Al hombre le da miedo el silencio, le provoca escalofríos, pues lo obliga a dar cuenta de sí mismo. Y eso lo inquieta. Sin embargo, lejos de ser un enemigo, el silencio debe ser acogido como el mejor aliado del hombre hoy. El silencio nunca es una actitud egoísta; el verdadero es presencia, no ausencia; fuente de energía e irradiación no ensimismamiento; despliegue no repliegue. En efecto, para derramarse, es indispensable primero llenarse. El silencio no es una amenaza, sino un excelente lugar de encuentro y conexión con lo más profundo de nuestro ser. Sólo así, podremos ir al encuentro con el otro, amándolo con un corazón indiviso, no disperso.
Por Kitimbwa Lukangakye

Originario de la República Democrática del Congo, es Licenciado en Teología por la Facultad Teológica “Teresianum”, y en Ciencias de la Educación por la Universidad Pontificia Salesiana, ambas en Roma. Especialista en Logoterapia y Análisis Existencial ; y cuenta con una Maestría en Psicoterapia y Espiritualidad.

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