La persona enferma necesita un cuidado especial. Ética y Logoterapia
El arte del encuentro entre la Logoterapia y la Ética del cuidado: un nuevo horizonte.
Sandra RUIZ GROS
Nuestra sociedad reclama cada vez con más urgencia desmarcarse de una posición que da la espalda al vacío, a la finitud del ser humano, a la pérdida…, y que se centra sólo en el rendimiento y lo productivo que se pueda ser. Cada vez se escuchan más voces que no niegan la importancia de las técnicas y de los nuevos avances en la práctica médica pero que consideran que dicha práctica se va transformando cada vez en algo más descarnado y distante.
¿Qué pasa cuando el ritmo acelerado que nos presiona constantemente a olvidar que somos personas? ¿Qué se puede hacer cuando se truncan nuestras expectativas y se hace patente el dolor y el sufrimiento? ¿Podemos entender la Logoterapia y la Ética del Cuidado bajo una perspectiva que nos permitan comprender mejor nuestra faceta de seres humanos en busca de sentido que además necesitan del cuidado?
La intensidad de las vivencias que Viktor Frankl nos mostró con su testimonio dejan una huella imborrable en quienes se aproximan a su obra. Por una parte contamos con la fuerza que le sostuvo para poder seguir adelante durante su cautiverio, y por otra nos referimos a la llamada que lanzaba cuando manifestaba su preocupación por la visión que poco a poco se iba haciendo más presente: la de una humanidad cada vez más limitada por el peso de una visión reduccionista y rígida, por el terreno que a pasos agigantados iba ganando el nihilismo, la falta de sentido y el vacío existencial.
Frente a la propuesta de Sigmund Freud y de Alfred Adler para quienes el ser humano está sujeto respectivamente a la voluntad de placer y de poder, Frankl propone una tercera, que es la voluntad de sentido. Con ello se posiciona frente la actitud de considerar al ser humano como centro de todo, como la figura absoluta ante la cual gira el resto del universo. Al sobrevalorarse a sí mismo, el hombre no es capaz de afrontar situaciones que forman parte de la vida como son la enfermedad, el error o el desamor. No es capaz de sacrificar nada porque por una parte todo tiene un valor desmedido y por otra se ha perdido el sentido. Por ello la pérdida y el cambio son vistos como terribles fracasos. Lo mismo sucede de forma parecida con el progreso y la técnica. Cada nuevo acontecimiento, cada avance y descubrimiento se han ido dando de forma acelerada y forzada, como queriendo imponer ahora la fuerza del ser humano y controlar y someter el dolor, el sufrimiento o la muerte. En esta carrera absurda el ser humano se pierde de vista a sí mismo, cae en el vacío de su existencia.
Ante esta situación Frankl nos recuerda entonces que el ser humano puede dar un giro a esta situación. Para lograrlo hemos de recordar que aunque los instintos siempre están presentes, la voluntad de sentido nos lleva a superarnos, a ver más allá de nosotros mismos, a apuntar, en palabras de este autor vienés, a “algo que no es él mismo, hacia algo o hacia un sentido que hay que cumplir, o hacia otro ser humano, a cuyo encuentro vamos con amor.” [1]
El mismo Frankl es un ejemplo de esta capacidad de ir más allá de nosotros mismos, de autotrascendernos. Así lo hizo cuando atendió como médico psiquiatra a miles de personas que se veían desbordadas no tanto por su enfermedad sino más bien por el interrogante de qué sentido tenía para ellas esta situación. Esta visión hace que el médico no se limite a ser un técnico. Tampoco entiende al paciente como una maquinaria a reparar, como un compuesto biológico que recupera su equilibrio con una serie de ajustes ya calculados con vistas a que pueda continuar siendo productivo y cumpliendo con sus funciones. Este médico que no sólo da una palmada en la espalda del paciente o se encoge de hombros cuando el paciente le interroga por el sentido de su malestar, de su sufrimiento o la limitación tan angustiosa de la propia finitud.
Frankl denominó medicus humanus a la figura del médico que es capaz de sentarse frente al paciente que sufre, homo patiens. En palabras de Viktor Frankl:
“el medicus humanus percibe al homo patiens detrás de la enfermedad, al hombre que sufre. Y percibe lo humanissimum: la voluntad de sentido, la lucha por el sentido, que no se detiene ni tampoco debe detenerse ante el sufrimiento; pues tenemos que distinguir entre sufrimiento y desesperación. Un sufrimiento, una enfermedad puede ser incurable; pero el paciente sólo desespera en el momento en que ya no puede ver un sentido a su sufrimiento. La tarea de la cura de almas médica consiste en hacer emerger un sentido.”[2]
Por lo tanto, la tarea del médico no se limita a curar sino que va más allá. Se trata de que se encargue de cuidar tanto el cuerpo como el alma del paciente. La cura de almas médica no pretende restablecer la salud perdida o las capacidades mermadas. Más bien pretende apoyar al paciente para que por él mismo sea capaz de hacer frente al vacío existencial y a la desesperación.
Queda patente cómo se manifiesta una de las cinco dimensiones de la Logoterapia como análisis existencial: la de la cura de almas médica o patodicea metaclínica. El médico puede tener una gran formación que le haya permitido adquirir unas destrezas a la hora de amputar un miembro, y también ha de tener presente que para que su labor sea excelente ha de producirse un verdadero encuentro con el paciente que se ve sometido a esa amputación y que deber reconstruir de nuevo su vida desde la nueva situación en la que se encuentra.
Esta es la clave de la cuestión que estamos abordando: un nuevo arte, un nuevo horizonte, que es el del encuentro entre la Logoterapia y la Ética del Cuidado. Desde aquí la Logoterapia puede hallar un nuevo fundamento, una nueva perspectiva para seguir contribuyendo con su inestimable labor. Por su parte, la Ética del cuidado aporta la vía para dar cabida a elementos tan importantes como son la fragilidad, la vulnerabilidad, la angustia o la finitud. Pensemos por un momento en las veces que nos hemos sentido desbordados y desorientados antes cuestiones difíciles de manejar, ante elementos que no podemos controlar. A nuestro juicio, situándonos en la perspectiva que nos ofrecen la Logoterapia y la Ética del Cuidado estamos más capacitados para evitar sucumbir a la peligrosa tentación de abandonar al paciente y más bien somos capaces de llevar a cabo una tarea de compromiso y responsabilidad que se traduce en una actitud de atención y respeto plenos respecto a los demás seres humanos. Esta actitud también nos incluye a nosotros mismos de modo que resulta natural comprender que a pesar del deterioro físico o cognitivo, la dignidad de la persona siempre se mantiene intacta, que aunque se puede curar a veces, siempre es posible cuidar. Estamos seguros de que el encuentro entre la Logoterapia y la Ética del Cuidado son un arte que abre un horizonte que dará pie a nuevos y esperados matices en nuestras vidas.
[1] FRANKL, V., FRANKL, V., Ante el vacío existencial. Herder. Barcelona, 2001. Pág., 17.2 FRANKL, V., Logoterapia y análisis existencial. Herder. Barcelona, 2003. Pág., 256.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario